Mary Wollstonecraft
En 1759 nacía cerca de Londres Mary Wollstonecraft, una mujer cuyo nombre sigue siendo un gran desconocido fuera de los círculos del feminismo más académico, pero cuyo legado es inmenso: ayudó a sentar las bases del feminismo moderno.
Valiente, rebelde (secuestró a su hermana porque su marido la maltrataba), complicada y llena de contradicciones. Así podríamos definirla. Consiguió vivir de escribir y ser un personaje tremendamente popular en la Europa de finales del siglo XVIII.
Venía de una familia acomodada a la que un padre borracho y ludópata había llevado a la ruina. Venía también de una familia donde los malos tratos eran algo habitual y tuvo que hacerse cargo de su madre y sus hermanas. Ninguna recibió la educación que se esperaba. Según Clara Obligado tan poco interés tuvieron en educar a sus hijas los Wollstonecraft que también las libraron de la educación tradicional que recibían las mujeres, encaminada a las labores domésticas y el matrimonio. Mary Wollstonecraft quería ser independiente, así que para cumplir su propósito desempeñó diversos empleos considerados para mujeres: primero fue dama de compañía y posteriormente abrió una escuela para señoritas en 1784.
En 1786 publicó su primera obra; Pensamientos acerca de la educación de las niñas, un libro en el que ya defendía mujeres, tal y como habían hecho anteriormente autoras como Mary Astell a las que se apodó, de forma despectiva, las marisabidillas.
En medio del ambiente revolucionario que impregnaba Londres, y como respuesta a algunas voces contrarias a la Revolución Francesa, escribió en tan solo 30 días Vindicación de los derechos de las mujeres (1790) de forma anónima. Cuando se dio a conocer la catapultó a la fama. Poco tiempo después, ante la decepción que supuso el devenir de la Revolución Francesa (que negó la ciudadanía, que restringió a la domesticidad y que encaminó a la educación para casa y al matrimonio a las mujeres), escribió y publicó la obra que la convirtió en la mujer más célebre de Europa: Vindicación de los derechos de la mujer (1791).
Mary Wollstonecraft reivindicaba la individualidad de las mujeres y la libertad para elegir su propio destino. Iniciaba los caminos del feminismo del siglo XIX y defendía algunos puntos del movimiento feminista vigentes en el siglo XXI: la igualdad entre sexos, la independencia económica de las mujeres y la necesidad de su participación política y su representación parlamentaria. Mary Wollstonecraft ponía sobre la mesa la igualdad de la especie y, como consecuencia, la igualdad entre géneros y la lucha contra los prejuicios que de estos se derivaban. Creía que muchos de los rasgos atribuidos a las mujeres eran producto de su falta de recursos, educación y libertad.
Por primera vez, que tengamos constancia, se llamó privilegio al poder que habían ejercido los hombres sobre las mujeres de forma ‘natural’ Abordó dos conceptos importantísimos para el feminismo:
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El género: no es natural, es adquirido, fruto de la represión y el aprendizaje social.
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Discriminación positiva: Si las mujeres eran realmente débiles e inferiores, ¿por qué no se establecían mecanismos políticos y sociales para compensar esa supuesta inferioridad?
Fue muy dura con los principios románticos: veía la educación en las niñas como un gran problema. Era demasiado conservadora y creía que afectaba a su desarrollo. Veía a las mujeres sometidas a trampas por todas partes, la más peligrosa de «la galantería que rinde homenaje a su belleza mientras se burla de su humanidad». Las mujeres se veían inducidas, por ideal romántico, a cultivar la debilidad y la dependencia para atraer a los hombres. Se les enseñaba que apariencia y vestuario eran fuentes de poder, algo que Mary Wollstonecraft tildó de «breve tiranía». Se dirigió especialmente a las mujeres de clase media ya que las de clase alta le parecían «inútiles» y «artificiales». Esto último todo un ataque Lady Kingsborough.
Las mujeres superarían las desigualdades con una educación idéntica a la de los hombres, con libertad civil y política y con capacidad para la razón. Si se conseguía, las características adscritas a los dos sexos se alterarían y se fusionarían creando una nueva cultura.
A comienzos de 1796 conoció al que sería su compañero definitivo: William Godwin. Al principio la relación se mantuvo en secreto, pero volvió a quedarse embaraza. Pese a que ambos eran contrarios al matrimonio y que ambos habían escrito en contra de esta institución, se casaron en 1797 suscitando todo tipo de críticas por su incoherencia.
A los diez días de dar a luz, en septiembre de 1797, Mary falleció de las complicaciones derivadas del parto. Dio a luz a otra niña, llamada Mary Godwin, mucho más conocida por su apellido de casada: Mary Shelley. Sí, la autora de la novela Frankenstein o el pequeño Prometeo. Su hija tuvo una vida tan dura como la suya, pero su obra fue (y es) mucho más conocida.
Tras su muerte, William Godwin publicó sus memorias (1798) para mantener viva su memoria. En ellas quedó todavía más claro su modo de vista poco ortodoxo y hundió todavía más su reputación. A mediados del siglo XIX, con el florecimiento del movimiento feministas, autoras como Flora Tristán, Emma Goldman o Virginia Wolf rescataron la memoria de Mary Wollstonecraft. No sería hasta el feminismo de los años 60 y 70 del siglo XXI cuando la figura de Mary fue restituida al lugar que merecía.